“El
ecocentrismo social y el desarrollo sostenible: pilares de un nuevo modelo
económico. He leído con sumo interés el debate generado por el artículo ‘Máquinas
sin Corazón’ de Rodolfo Giménez Abraham, ex secretario general del Steibi, y ‘Malthus:
una posible respuesta a la pobreza’, brillante análisis escrito por Ramón
Ignacio Ibarra, joven estudiante de ingeniería civil de la UNA”.
Comenzamos
el siguiente comentario con una definición básica: ¿qué es el ecocentrismo? El
ecocentrismo es una línea política de la filosofía ecológica surgida
a finales del s.XX, prácticamente con el concepto de desarrollo sostenible, la
cual tiene un sistema de valores centrado en la naturaleza. La justificación del
ecocentrismo por lo general consiste en una creencia ontológica, con las
consiguientes afirmaciones éticas. Dicha creencia afirma que los humanos no somos
más importantes que el resto de las especies del planeta.
Desgraciadamente,
el antropocentrismo ha hecho que la protección del resto de las especies de la
naturaleza quede sujeta a las demandas de las necesidades humanas, es decir,
completa y totalmente dependiente del bienestar humano. Actualmente, la sobrexplotación
de los mercados en su continua extensión del comercio internacional es la mayor
causante de los últimos desastres medioambientales. Y al abusivo consumo de
recursos le acompaña el incremento de la población mundial, por lo que vuelve a
crecer el consumo.
Por
el contrario, una ética ecocéntrica es necesaria para desarrollar una base
menos efímera para la protección del medio ambiente. Debemos reconocer a la
naturaleza como sujeto del derecho, es decir, debemos plantearnos la
posibilidad de que la naturaleza tenga más derechos de los cuales estamos
dispuestos a concederle. Es plantearnos la necesidad de vivir en armonía con el
medio ambiente, sin exigir un desarrollo económico en detrimento de naturaleza. Lo que determina la aplicación de
este derecho, no es dar indemnizaciones millonarias a las comunidades
afectadas, es restaurándola íntegramente.
Debemos
cambiar nuestra forma de consumir, pues de no ser así, será cuestión de tiempo
que los recursos que nos brinde la naturaleza terminen por agotarse,
sentenciando el fin del mundo tal y como lo conocemos.
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